Argentina
afronta nuevamente un chantaje financiero, pero esta vez la extorsión no tiene precedentes. Los especuladores que compraron
bonos por 48 millones de dólares lograron en Nueva York una sentencia de cobro
por 1500 millones.
Este fraude
retrata perfectamente el funcionamiento del capitalismo actual. Al pueblo
argentino se le quieren imponer la misma confiscación que padecen los pequeños
deudores norteamericanos, los desalojados de viviendas de España y los
empobrecidos de Grecia.
En esta
crisis ha salido a relucir como opera la justicia estadounidense, que muchos
incautos elogian como un ejemplo de independencia. Todos los magistrados que
confirmaron el fallo demostraron su dependencia de Wall Street.
Con este
tipo de sentencias protegen a los especialistas en estafas de alto riesgo y a
los evasores de los paraísos fiscales. Esta es una mafia repugnante que pone en
evidencia la podredumbre bancaria y la complicidad de altos funcionarios en
ejercicio.
No hay que
ilusionarse con los formalismos diplomáticos. El maltrato contra un deudor
incomodo como Argentina es plenamente compartido por Obama. El presidente del
imperio exige sometimiento a Griessa ( juez federal en la Corte del Distrito en Estados Unidos por el
Distrito Sur de Nueva York) y a su
cobro de tributos.
Es cierto
que el país ha recibido muchas declaraciones de solidaridad, desde el G 77 más
China hasta la UNCTAD. Pero son mensajes de solidaridad sin efectos en la
práctica. Ningún escrito altisonante neutralizará el pago forzoso que se le
impone a la Argentina. Esta falta de acompañamiento es más grave en Sudamérica.
¿Dónde están las Cumbres de Presidentes
para afrontar situaciones de emergencia? ¿Qué medidas preparan UNASUR o CELAC
para responder a esta bofetada contra toda la región?
Hasta el
momento tampoco han aparecido propuestas de intermediación de Brasil o
iniciativas conjuntas para cambiar las jurisdicciones de litigio con estos
inversores.
El
gobierno de Cristina Kirchner ha quedado atrapado en el peor de los mundos. Si
resuelve abonar en las condiciones que establecieron en la corte, se arriesga a
ingresar en un pozo de demandas judiciales y erogaciones infinitas. Y si
amenaza sin ninguna convicción con maniobras para eludir el pago, afronta un
retorno al escenario de un dólar paralelo fuera de control.
La
solución a esta encerrona exige reconocer que Argentina no necesita endeudarse
significativamente. Tiene suficientes recursos propios para administrar sus
gastos, si ordena su ahorro e impide el drenaje de excedentes.
La
batalla contra la deuda vuelve a reaparecer ahora en un contexto muy distinto
al pasado. La propia marcha de esta resistencia delineará las demandas y las
medidas requeridas para cada momento. El punto de partida es recuperar la
mirada crítica y la disposición a luchar de Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario