Los paraísos fiscales (países que eximen
del pago de impuestos a los inversores extranjeros que mantienen cuentas
bancarias o constituyen sociedades en su territorio) surgieron por el afán de
los ricos de depositar grandes sumas de dinero sin pagar impuestos. Su
principal función ha sido la de encubrir el origen de grandes depósitos, los
cuales son atraídos por las bajas tributaciones.
En estos paraísos fiscales los bancos nacionales han creado filiales llamadas centros offshore. Estos se desarrollan con el auge del neoliberalismo. Como se sabe, éste se basa en el falso supuesto de que los mercados cuentan con mecanismos que les permiten regularse automáticamente, sin que el Estado intervenga. Esta ideología se implantó a fondo en los mercados financieros mundiales, al desmantelar el control del Estado sobre la banca y los mercados de capitales, lo que dio origen a los espacios financieros sin fronteras al eliminar la vigilancia y control a los movimientos de capitales a cualquier territorio considerado paraíso fiscal.
Los paraísos fiscales han provocado la expansión del riesgo de productos tóxicos, tales como las hipotecas con alto riesgo de impago que se otorgaron sin ninguna garantía. Estas hipotecas se revendieron como títulos negociables en los mercados financieros de todo el mundo. Por ser títulos de alto riesgo contaminaron el sistema financiero internacional y provocaron el descalabro de las entidades que los compraron y luego no pudieron recuperar la inversión.
Las cuentas de esos bancos nacionales no reflejan con transparencia las operaciones de gran riesgo y magnitud que sus filiales offshore llevan a cabo en los paraísos fiscales. Esto ha planteado la necesidad de establecer un ente supervisor a nivel mundial que controle los excesos cometidos por la falta de control estatal. Esto implica armonizar las legislaciones fiscales para evitar las distorsiones que origina la falta de supervisión y control de la que han gozado los movimientos de capitales.
En estos paraísos fiscales los bancos nacionales han creado filiales llamadas centros offshore. Estos se desarrollan con el auge del neoliberalismo. Como se sabe, éste se basa en el falso supuesto de que los mercados cuentan con mecanismos que les permiten regularse automáticamente, sin que el Estado intervenga. Esta ideología se implantó a fondo en los mercados financieros mundiales, al desmantelar el control del Estado sobre la banca y los mercados de capitales, lo que dio origen a los espacios financieros sin fronteras al eliminar la vigilancia y control a los movimientos de capitales a cualquier territorio considerado paraíso fiscal.
Los paraísos fiscales han provocado la expansión del riesgo de productos tóxicos, tales como las hipotecas con alto riesgo de impago que se otorgaron sin ninguna garantía. Estas hipotecas se revendieron como títulos negociables en los mercados financieros de todo el mundo. Por ser títulos de alto riesgo contaminaron el sistema financiero internacional y provocaron el descalabro de las entidades que los compraron y luego no pudieron recuperar la inversión.
Las cuentas de esos bancos nacionales no reflejan con transparencia las operaciones de gran riesgo y magnitud que sus filiales offshore llevan a cabo en los paraísos fiscales. Esto ha planteado la necesidad de establecer un ente supervisor a nivel mundial que controle los excesos cometidos por la falta de control estatal. Esto implica armonizar las legislaciones fiscales para evitar las distorsiones que origina la falta de supervisión y control de la que han gozado los movimientos de capitales.
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